Diario La Realidad Saharaui/DLRS. Edición lunes
24 de junio de 2019
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Un repaso de la historia saharaui en una
entrevista de sumo interés para el lector que sigue el conflicto del Sahara
Occidental y su proceso de descolonización. El autor de este trabajo es el
periodista, bibliófilo y escritor español Pablo-Ignacio de Dalmases, quien
dirigió durante el último periodo colonial español en el territorio la Radio
Sáhara y el periódico La Realidad, y fue testigo privilegiado de los últimos y
difíciles días de la presencia española en el Sáhara Occidental.
ENTREVISTA CON PABLO-IGNACIO DE
DALMASES, ÚLTIMO DIRECTOR DEL PERIÓDICO «LA REALIDAD»
Subraya la periodista en su preámbulo de
entrevista con uno de los más destacados expertos en la historia colonial del
Sahara Occidental. «España tiene sentimiento de culpa por lo que pasó en el
Sáhara Occidental»
El periodista cuenta en «Huracán sobre el
Sáhara» (Editorial Base, 2010) sus recuerdos sobre el territorio poco antes de
que España cediera su administración a Marruecos y Mauritania.
Pablo-Ignacio de Dalmases (Barcelona, 1945) fue
el último director de «Radio Sáhara» y el primer y último director del
periódico «La Realidad», los dos medios que en la fase final de la presencia
española en el Sáhara Occidental intentaron preparar a la población autóctona
para la autodeterminación, deseo que sería frustrado cuando Madrid, preocupado
por la inminente muerte de Franco, cedió, el 14 de noviembre de 1975, la
administración del territorio a Marrucos y Mauritania. El periodista, antes de
ese fracaso, se entregó a su difícil tarea con la complicidad del secretario
general del Sáhara Occidental, el coronel Rodríguez de Viguri, y con una
estrechez de recursos que supo suplir con ingenio, hasta que los
acontecimientos históricos y la oposición a su trabajo se le echaron encima sin
remedio.
Hace un par de semanas, el periodista repasó
esa etapa durante la presentación del informe de la sección española de
Reporteros Sin Fronteras (RSF) sobre la falta de libertad de prensa en el
Sáhara Occidental, un trabajo donde se denuncia que Marruecos castiga y
persigue a los periodistas que pretenden informar sobre el día a día del
territorio. «España tiene una deuda», señaló el presidente de la organización,
Alfonso Armada. Los recuerdos de Dalmases llegaron tras la intervención de los
otros ponentes. Sus memorias, contadas con gracia ese día ante un auditorio
sorprendido e interesado por su aventura, están recogidos en «Huracán sobre el
Sáhara» (Editorial Base, 2010), el libro sobre el que versa esta entrevista, hecha
por teléfono.
Su libro comienza en el año 70, con la
desaparición y asesinato de Bassiri, al que califica de «primer líder de la
independencia saharaui». Incluso explica que hay dificultades para encontrar
documentación sobre él.
Hay muchas versiones sobre el asesinato de
Bassiri. Yo reproduzco la más verosímil y mejor explicada, que es la que
contiene un libro llamado «Historia prohibida del Sáhara español», de Tomás
Bárbulo. Es la interpretación que me parece más plausible. Considera que la
muerte de Bassiri fue «un crimen de Estado» cometido por España. Y también
establece una clara diferencia entre la situación del Sáhara Occidental en el
año 70 y en el año 74, cuando llega usted para dirigir Radio Sáhara y el
periódico La Realidad, e impulsar desde ambos medios las tesis de
autodeterminación del territorio.
El Sáhara Occidental vivió una situación
tranquila e incluso se puede decir que feliz hasta el año 70. Fue el tiempo de
la vida provincial. Luego, empezó a germinar el nacionalismo saharaui, que no
fue entendido por las autoridades, sino reprimido de forma absurda y cruenta. A
eso se sumó el asesinato de Bassiri, que podría haber sido un buen
interlocutor, ya que no proponía una ruptura armada, sino una pactada y a medio
plazo, con España.
Las autoridades españolas promovieron la
creación de un partido, el PUNS, para controlar el proceso de independencia,
pero terminó siendo un fracaso, porque el que había emergido de manera natural
en la sociedad saharaui, y arraigado, había sido el Frente Polisario.
Claro. Con el asesinato de Bassiri, su
movimiento queda desarticulado. La situación se estabiliza, de manera precaria,
entre 1970 y 1973. Como el Gobierno español no termina de dar el paso de
iniciar el proceso de autodeterminación, un grupo de saharauis decide emprender
otro tipo de acciones. Es entonces cuando se preconiza la lucha armada y
aparece el Frente Polisario. El Frente Polisario no nace en el interior del
territorio, sino en el sur de Marruecos, en la zona de Cabo Jubi y del río
Draa, que es, étnica y lingüística y culturalmente, saharaui. Son, en
definitiva, saharauis de cultura francófona los que empiezan a organizarse en
Marruecos y Mauritania. Así se inician los incidentes armados con España.
Frente a otras potencias en África,
¿cómo fue la gestión colonial de España en el Sáhara Occidental? ¿En qué se
diferenció de la de otros países?
Los saharauis dicen que los españoles entramos
en el Sáhara mediante un pacto. Aunque no se firmó ningún documento, sí hubo un
pacto tácito. España era un país débil, con pocas fuerzas armadas y muy
escaldadas por la guerra con Marruecos. No estaba dispuesto a ocupar la zona a
sangre y fuego. Se pactó con las tribus y se establecieron acuerdos. Casi no
hubo muertos, salvo un pequeño incidente en Villa Cisneros en 1885, un asunto
tribal. Pero, a cambio de la ocupación pacífica, España aceptó respetar la
vida, costumbres, tradiciones, religión y lengua de los habitantes. Se cerró
los ojos con la esclavitud, que existió hasta la retirada de España.
Sostiene que el Sáhara Occidental prueba la
división que puede existir entre la sensibilidad de una sociedad hacia un
asunto de política exterior y las acciones de su Gobierno.
Sin duda. En España hay un movimiento de
solidaridad. Hay conciencia de haberlo hecho mal en el Sáhara. Ese sentimiento
de culpa se traduce en la campaña de Vacaciones en Paz, cuando vienen miles de
niños saharauis a pasar sus vacaciones; en las caravanas solidarias, que envían
camiones con alimentos, medicinas o libros, o en el apoyo a las oenegés. Las
administraciones locales participan, pero el Gobierno de España, no. El
Gobierno, de izquierda o derecha, no legitima la ocupación marroquí, porque eso
sería ir en contra de Naciones Unidas, pero se lava las manos. No quiere
problemas con Marruecos. Rabat tiene tres herramientas para chantajear a
España: el tema de los inmigrantes subsaharianos, el de la pesca y Ceuta y
Melilla.
Visitó el Sáhara Occidental por primera vez en
mayo de 1971, ya nombrado delegado provincial de Cultura en Barcelona. En ese
capítulo, cuenta algo sorprendente sobre el auge del nacionalismo en el
territorio: «El Servicio de Información Militar sabía que los hogares del yugo
y las flechas eran un vivero nacionalista». Es decir, que la Falange contribuyó
de alguna manera a la independencia.
La explicación es compleja. Durante la época
provincial, se consideraba que los saharauis eran españoles. La educación
pretendía que fueran como el resto de ciudadanos del país. Así que se
instauraron dos servicios dependientes del Movimiento: el Frente de Juventudes
y la Organización Juvenil Española (OJE). Los jóvenes aprendieron la conciencia
nacional española. Fue un cambio importante: hasta ese momento, los saharauis
solo sentían identidad tribal. Con los sucesos de 1970, cuando empieza a surgir
un movimiento de independencia, hay un cambio: la conciencia nacional española
se convierte en conciencia nacional saharaui. Es un hecho constatable,
históricamente demostrable, que buena parte de los saharauis del interior, que
luego han ocupado cargos en la República Saharaui, se formaron en la OJE.
En su intervención, hace dos semanas, sobre el
informe de Reporteros Sin Fronteras, también recordó que hay cuadros del Frente
Polisario que hablan de manera favorable de Franco.
Posiblemente el único lugar del mundo donde se
guarda un buen recuerdo de Franco es en el Sáhara. Hay ancianos que lucharon en
la Guerra Civil y siempre fueron muy franquistas. La gente joven que se educó
en el Frente de Juventudes sabe que, si Franco hubiera vivido, las cosas
hubieran sido distintas.
¿Hay un componente socialista en la
ideología del Frente Polisario?
Inicialmente, sí. Es un socialismo árabe, como
el argelino, el de Nasser, o el que hubo en Irak y Siria, con el partido Baaz.
Durante su trabajo en la Delegación Provincial
de Cultura, organizó la visita de un grupo de saharauis a España, algo que
desagradó a las autoridades. Cuenta otra anécdota divertida que describe la
época: fue despedido de un periódico por publicar la fotografía de un travesti.
Sí (se ríe). Eso fue hace muchos años. Me costó
el empleo. En Barcelona, en aquella época, la vida periodística era muy
brillante. Había diez periódicos. Los de la mañana y los vespertinos. El
Movimiento tenía dos: uno matinal, que se llamaba «Solidaridad Nacional»,
popularmente «La Soli», y otro vespertino, «La Prensa». Yo prestaba mis
servicios en «La Prensa», que era más frívolo y estaba menos ideologizado. Se
hablaba de espectáculos, de cabarés. De actividades lúdicas. Me encargaba de
una sección de espectáculos con un fotógrafo. Íbamos por los locales nocturnos.
Un día se nos ocurrió publicar la fotografía de un travesti, Josephine, que
estrenaba nuevo espectáculo, y llevaba un vestido de pedrería. Solo se le veía
la pantorrilla y el muslo. La sacamos en la zona de señoras despampanantes.
Tuve mucho cuidado al redactar el texto, sin poner masculino o femenino, para
que la cosa quedara en el aire. Pero al día siguiente, se quejaron. Los
travestis existían, pero era algo de lo que no se podía hablar, y menos en un
periódico. Me echaron.
Otro momento llamativo es cuando hacen un
informe falso sobre usted en el que se dice que es homosexual y se ha fugado
con un árabe guapísimo a Italia.
Sí, sí. En el franquismo, sobre todo en la
última etapa, hubo una obsesión por todo lo sexual. La homosexualidad se
consideraba un vicio nefando. Me acusaron de proteger gays en la Delegación de
Cultura. También de escapar con un árabe maravilloso y vivir una aventura
romántica. Era ficticio. Había muchos servicios de información: la Policía, el
Servicio de Información Militar, el Servicio de Información de Falange. Esos
servicios funcionaban muy mal. Nadie sabía que Hassán II estaba preparando la
Marcha Verde. No sabían que estaba movilizando a 300.000 personas hasta que lo
anunció en la radio.
Su llegada al Sáhara Occidental para dirigir
Radio Sáhara y el periódico La Realidad se produce cuando logra entrar en
contacto, de manera algo casual, con el próximo gobernador general del
territorio, Gómez de Salazar.
Sí. En el Sáhara Occidental, el gobernador
ostentaba poder civil y militar. Pero, como siempre era un general, cuidaba más
de las cuestiones militares que de las civiles. El secretario general era el
que tenía funciones de gobernador civil. Gómez de Salazar se llevó como
secretario general al coronel Rodríguez de Viguri, que era un militar atípico:
había estudiado Filosofía, sido profesor en el Instituto de San Isidro de
Madrid, y funcionario en el Centro de Archivos y Bibliotecas. Luego, cuando
entró al Ejército, pasó al cuerpo de Ingenieros, y se especializó en
ferrocarriles. Hablaba idiomas. Era muy abierto. Establecí un nivel de
comprensión estupendo. La amistad duró hasta su muerte. Continúa a través de su
hija y nietos. Desarrollé mi trabajo gracias a él.
Viguri le explicó que su labor era convertir
Radio Sáhara en un altavoz para la nueva política de Madrid, que consiste en
preparar a la población autóctona para la independencia.
Es lo que te decía antes. Hasta los 70, el
objetivo era españolizar el Sáhara. Desde la escuela y la radio. Cuando llegó
el momento de preparar la autodeterminación, todo se transformó. También la
educación. Viguri organizó un plan educativo destinado a promover la conciencia
nacional entre los jóvenes. En la radio, lo mismo: había que arabizarla, y
darle contenido político. Marruecos estaba haciendo una campaña de propaganda
muy intensa a favor de las tesis anexionistas. Y eso hice.
Prácticamente, se produjo una batalla
informativa entre las radios marroquíes y Radio Sáhara.
Marruecos estableció una emisora en Cabo Jubi,
a unos 150 kilómetros de El Aaiún, para hacer propaganda entre los saharauis.
Hubo una guerra de las ondas muy divertida. Teníamos un comentarista político,
Hassan Daudi, que polemizaba con la emisora marroquí. Guardo casi un año de
textos sobre los comentarios que salieron en Radio Sáhara.
¿Las intervenciones de Daudi tenían
que ser traducidas, no?
Claro. Había que informar al Gobierno de lo que
se decía en árabe en Radio Sáhara. José Miras, el señor Miras, lo escuchaba y
hacía un resumen en español.
¿Cómo era la vida en El Aaiún,
donde usted vivía? En el libro, habla de una sociedad jerarquizada, donde
convive con el «búnker de arena», con los militares, reunidos en el casino...
Era una sociedad muy militar, y, en
consecuencia, muy estamental, porque la gradación, para los militares, es
sagrada. El franquismo no era un régimen militar, pero las Fuerzas Armadas
tuvieron un papel protagonista. Ese protagonismo era absoluto en el Sáhara,
donde los militares no fueron capaces de abandonar la idea de que el territorio
era español. Rechazaron a la independencia. Y manifestaron su oposición
haciendo la vida imposible a Viguri, el secretario general, y a sus epígonos,
fundamentalmente a mí, que era el mensajero.
La situación se volvió particularmente difícil
para usted cuando creó y comenzó a publicar el periódico «La Realidad», que fue
el único de ese tipo que hubo en el Sáhara Occidental durante el periodo de
presencia española. Explica que el sueño de cualquier periodista es fundar un
periódico. ¿Cómo asumió ese reto?
Para un periodista, montar un periódico es la
máxima ilusión. Yo lo hice así, con la máxima ilusión, pero con los mínimos
medios. En El Aaiún no había más que una imprenta, la del Gobierno, que tenía
una máquina plana. Viguri me pidió que el periódico tuviera textos en árabe.
Pero en la imprenta no teníamos tipos móviles árabes. Se lo expliqué, y me
dijo: «Invente usted». Como en Radio Sáhara teníamos máquinas de escribir
árabes, pedí a un redactor que me mandara en un folio limpio, sin corrección
alguna, los textos. Ese folio en árabe se llevaba a la imprenta y se insolaba
como si fuera una fotografía. Con ese remedio, pudimos hacer una publicación
bilingüe.
Es su trabajo en «La Realidad» el
que termina causándole varios problemas.
La primera detención se produjo en el verano de
1975, cuando ya había mucha tensión política. En El Aaiún circulaban
octavillas, sobre todo del Frente Polisario. Como sus primeros dirigentes no
sabían hablar español, estaban mal redactadas. Luego aparecieron otras bien
escritas. Yo ya tenía mala fama entre los militares: no apoyaba al Frente
Polisario, pero tampoco lo denostaba. Así que la Policía Territorial pensó que
esas octavillas escritas en buen español las tenía que haber hecho yo. Hicieron
un registro, y, en la emisora, encontraron una multicopista, que ya no se
utilizaba, pero que tenía el bombo con tinta fresca. Parece ser que la había
utilizado algún saharaui que había colaborado con Radio Sáhara. Me suspendieron
tres días de empleo y sueldo. La investigación demostró que yo no tenía nada
que ver, pero fue un primer tropiezo. El segundo se produjo con el cierre de La
Realidad. Los militares me acusaban de haber dado alas al Frente Polisario, de
haber provocado que los saharauis se revolucionaran contra España por la
noticia que había publicado. Me encerraron en una cárcel. Cuando me sacaron, me
dijeron: «Vete del Sáhara en 48 horas o te mataremos».
Fue cuando usted publicó en la portada de La
Realidad la siguiente noticia, con este titular: «Muley Abdal-lah, hermano de
Hassan, rechazó cualquier posibilidad de autodeterminación para los saharauis».
Exacto. Era una noticia de la agencia Efe que
en España estaban publicando todos los medios.
Último número del periódico La
Realidad, con la portada que provocó el cese de Dalmases - Fotografía cedida
por Pablo-Ignacio de Dalmases
Pero no se lo perdonaron.
No era la tesis de Rodríguez de Viguri, que era
mi jefe. Pero me pilló en un mal momento, porque, aunque Viguri seguía teniendo
el cargo, estaba tan indignado con el sesgo que estaban tomando los
acontecimientos que se fue a Madrid para dimitir, aunque no lo aceptaron, y
volvió al cabo de una semana. Yo, para entonces, ya estaba destituido. Con lo
cual, no pudo hacerme de parapeto.
¿Cómo se precipitó la salida de España del
Sáhara Occidental?
Diría que se juntaron una serie de factores
concurrentes, algunos puramente accidentales e imprevisibles. La intención de
Madrid se torció porque Marruecos realizó una política de retrasar el
referéndum, pidiendo ante la ONU que se sometiese la cuestión al dictamen del
Tribunal de La Haya. El dictamen fue favorable a los saharauis, pero ya se
había conseguido el proceso un año. En el transcurso de ese año, Franco estaba seriamente
enfermo. Entonces, cuando sale el dictamen, Hassan II lo tergiversa. Dice: «Nos
ha dado la razón». Y organiza la Marcha Verde. Era un momento muy delicado
en España, con ETA cometiendo asesinatos, con el Grapo... El Gobierno de Arias
tuvo miedo, y no quiso empezar una nueva etapa histórica, la transición, con,
además, un enfrentamiento a Marruecos. España cedió la administración y se
retiró.
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