Diario La Realidad Sahaaui/DLRS, 02 de julio de
2019. Fotos, Equipe Media
JAIRO VARGAS @JairoExtre
Un superviviente del naufragio en el Sáhara
ocupado: "La patera iba sobrecargada y el capitán nos abandonó, me salvé
nadando"
El periódico Publico en su edición 30/06/2019 tras
varios días de la muerte en naufragio del rapero saharaui Said Uld Mohsen Uld
Lili, Flitox, ha contactado con uno de los supervivientes saharauis de la
patera marroquí. Se trata del joven saharaui Hamdi Uld Eddih. El periódico dijo
que Hamadi Eddih afirma que sigue en shock, “con un profundo trauma”. Ahora que
su vida no corre peligro, este saharaui de 33 años se siente “muy culpable”. No
dejan de perseguirle el ruido del agitado chapoteo y los gritos desesperados de
sus compañeros de viaje. Gritos que sólo acallaba el agua cuando les tapaba la
boca. Cayeron al mar cuando volcó la patera en la que intentaron llegar a las
Canarias desde una playa de Dajla, una ciudad península, rodeada por el
Atlántico en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, a más de 400
kilómetros de Gran Canaria, la isla española más cercana.
“No puedo sacarme de la cabeza el sonido de la
gente ahogándose y yo sin hacer nada, sin poder ayudar a nadie. Sólo quería
salvarme, tenía mucho miedo y ahora tengo una rabia enorme. Me duele mucho
haberlos visto morir”, explica Eddih a Público en varios audios de WhatsApp. El
suyo es el único testimonio conocido de uno de los 16 supervivientes del
naufragio de una patera en la que viajaban 38 personas la noche del pasado
jueves 20 de junio.
La tragedia había pasado desapercibida. Las
autoridades marroquíes no habían informado de nada y la noticia sólo trascendió
después de que el mar arrojara algunos cadáveres a la playa desde la que
zarparon. Entre ellos estaba el del famoso rapero y joven activista saharaui
Said Lili, más conocido como Flitox. Cuando su familia reconoció el cadáver,
los medios comenzaron a hacerse eco del naufragio, del que hay información a
cuentagotas. Gracias a la colaboración del portal de noticias saharaui Equipe
Media, que ha localizado a Eddih y a otros supervivientes, Público ha podido
reconstruir la historia de este naufragio con más de 20 víctimas mortales en un
territorio con gran presencia y vigilancia militar marroquí, lo que hace
sospechar a los activistas saharauis de posibles vinculaciones entre los
traficantes de personas marroquíes y las fuerzas de seguridad del país.
"Los saharauis estamos marginados, nos
humillan y sufrimos represión, por eso decidí emigrar"
“Decidí emigrar para mejorar mi vida. Aquí, en
el Sáhara ocupado, no tengo trabajo y tengo una familia a mi cargo”, asegura el
superviviente, que hace hincapié en que no sólo les empuja el hambre. “Los
saharauis estamos marginados, nos humillan y sufrimos represión, por eso decidí
abandonar este lugar. En nuestra tierra nos ponen muchas dificultades para
trabajar, para vivir. Es todo muy difícil y no tenemos dinero para hacer nada”,
argumenta. Por eso, Eddih llevaba tiempo pensado en emigrar, hasta que dio con
las personas adecuadas en su ciudad, El Aiún, capital de los territorios
ocupados por Marruecos tras la fallida descolonización española. “Les pregunté
si me podían ayudar a salir. Dijeron que sí y fue entonces cuando viajé a
Dajla”, explica sin revelar la identidad de los traficantes.
Mapa
Junto a otros nueve vecinos de la ciudad, el
superviviente viajó más de 500 kilómetros al sur. “Llevaba el dinero que me
habían pedido [no especifica cuánto] y, cuando llegamos a Dajla, nos llevaron a
la playa”, recuerda. Era noche cerrada. Cerca del agua se veían destellos de
linterna que les indicaban que estaban en el sitio correcto. “Esperamos allí un
tiempo, en silencio, hasta que llamaron al patrón de la patera. Poco después
vimos aparecer la embarcación y al capitán, que era marroquí. Nos dijeron que
no levantáramos la cabeza y esperáramos un poco más”, asegura el superviviente.
“Cuando todo estaba tranquilo, nos ordenaron a algunos que subiéramos a la
barca varios bidones de 60 litros de gasolina”, explica. Cuando los cargaron,
empezaron a subir a una embarcación que haría aguas poco después.
“Subimos de uno en uno. Teníamos que sentarnos
de dos en dos, uno a cada lado. Éramos 38 personas de diferentes
nacionalidades”, afirma. Había subsaharianos, marroquíes e “hijos del Sáhara”,
comenta, aunque no recuerda con exactitud cuántos. “Una hora después de zarpar,
el motor empezó a hacer ruidos raros, empezamos a desconfiar y le preguntamos
al patrón qué estaba pasando”, rememora. Fue entonces cuando comenzó la tensión
a bordo, el miedo en la oscuridad del océano, las dudas sobre la suerte que
correría la expedición.
Problemas con diez días de viaje por delante
Las palabras del patrón no les tranquilizaron.
“Nos dijo que la patera no estaba bien, que iba sobrecargada y que teníamos por
delante diez días de travesía. Unos querían dar la vuelta y otros, que siguiera
la ruta. Al final, el capitán dijo que, si seguíamos, íbamos a morir todos, así
que dimos la vuelta”, explica. La embarcación nunca volvería a tocar tierra. El
primero en advertirlo fue el patrón, que se enfundó un chaleco salvavidas y
saltó por la borda a mitad de camino, cuando la barca empezó a perder
estabilidad, precisa Eddih. “Nos dejó ahí, abandonados”, lamenta. Cundió el
pánico a bordo. Los ocupantes se levantaban, se movían, algunos también
saltaron al agua. “Teníamos mucho miedo y, entonces, la patera volcó”, detalla.
"El capitán dijo que, si seguíamos, íbamos
a morir todos"
No podían estar muy lejos de la costa, pensó
Eddih, de quien se apoderó el instinto más básico: la supervivencia. “Sólo
escuchaba gritos. Había gente que no sabía nadar, gente muerta de miedo en el
agua. Lo primero que hice fue alejarme de los gritos. Sabía que si me agarraba
alguien que no sabía nadar me hundiría con él, sabía que no me salvaría. Me
salvé escapando de los otros, no quería que me agarrase nadie”, insiste,
tratando de justificarse, de ahogar su culpa.
Luego empezó a nadar. No sabe cuánto tiempo,
“mucho”, dice. Hasta que llegó a la costa, exhausto. No fue el primero en
ponerse a salvo. Otros dos compañeros ya habían llegado. Juntos, esperaron un
largo rato en la playa, aguardando la llegada de más supervivientes, pero sólo
apareció el cuerpo sin vida de una mujer senegalesa, recuerda. “Cuando vimos el
cadáver decidimos irnos. Subimos una duna, caminamos hasta que encontramos una
zona de cultivo donde había casitas, habitaciones de los trabajadores del
huerto. Les pedimos ayuda y vinieron con nosotros hasta la playa”, sostiene.
Cuando llegaron, el Atlántico ya había escupido
otro cadáver. Era el de un joven saharaui, precisa. “Poco después llegaron los
gendarmes y nos detuvieron. Nos han maltratado e insultado”, denuncia, pero ya
está libre, aunque no ha precisado si hay cargos contra él. Eddih solo sabe que
han sobrevivido 16, pero no sabe el número exacto de muertos y desaparecidos.
Asegura que algunos siguen escondidos por miedo a ser detenidos. Tan solo
recuerda los dos cadáveres que vio en esa fatídica playa saharaui cerca de
Dajla, una ciudad que, no hace tanto, tenía nombre español.
Villa Cisneros, capital de la otrora provincia
Río de Oro, en el colonial Sáhara español, es ahora una ciudad donde el régimen
alauí ha impuesto mediante la represión contra el Frente Polisario cierta
tranquilidad. Ahora, Marruecos trata de impulsar la actividad pesquera en los
ricos caladeros saharauis y un incipiente turismo gracias a unas playas vírgenes
que hacen las delicias de franceses y españoles aficionados al kitesuf. Hasta
allí llegan en avión al aeropuerto heredado de la época colonial. Eddih y sus
compañeros de tragedia no tenían esa opción, quería llegar a España desde una
tierra donde muchos aún conservan su DNI español.
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