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Murió el genio y “duende del verso saharaui”, Badi Uld Mohamed Salem Uld Abdalahi

Badi Mohamed Salem y el escritor Bahia MH Awah. Foto Juan Ignacio Robles 2017
Murió el genio y “duende del verso saharaui”, Badi Uld Mohamed Salem Uld Abdalahi
“En la lengua de cada poeta duerme un ángel, duende del verso, el sheitan”, Badi Moh. Salem
El sábado 9 de noviembre de 2019 el poeta y erudito saharaui Badi nos dejaba. Llevaba tres días diciendo a sus hijas que pronto se iría. Pero el mismo día en el que se celebraba las fiestas de عيد المولود  nacimiento del profeta Mahoma, le confesó a su familia que quería dejar “un consejo al pueblo saharaui”, una confidencia en verso que escribió y entregó a su familia, como si estuviera preparando su epitafio final. Se levantó, rezó y mientras oraba sobre su inmaculado aliwish se precipitó, cayendo sobre su altar en el día más deseado para un creyente. Al marcharse como erudito y poeta quiso ratificar su compromiso con la causa de su pueblo y aconsejarle velar por el mejor logro de lucha anticolonial, que es su unidad.
يا الشعب الفكرك مرفوع     لا أدير الوحد فنزاع
لا ترظي بها مفكوع          و لا تصيفط بها طماع
Oh, pueblo,
De altura en tus principios.
No cuestiones tu unidad,
ni la uses para consentir
el enfadado,
ni la minusvalores
para complacer al mercenario.
Badi fue un hombre que consagró su vida a la poesía, porque la poesía, como dijo García Lorca, “no quiere adeptos, quiere amantes”. Durante una de nuestras entrevistas con él para “Legna, habla el verso saharaui” en 2011, Badi nos dejó una clave de un erudito que sabe orientar: “El rol de un poeta es guiar a su sociedad”. Pero su mira iba más allá del simple amo del verbo en su esplendor, así zanjaba: “Pero la sociedad debe estar atenta a lo que dice el poeta”. 
Badi era natural de la región del verso, los guerreros anticoloniales, los caballeros andantes y los eruditos saharauis, Tiris. En más de una ocasión le escuché en su jaima contar a sus interlocutores dónde nació y se crio y yo en esas ocasiones a veces traducía. Otras sólo le escuchaba, cuando iba personalmente a visitarle a su jaima en el exilio para preguntarle sobre incógnitas de mis investigaciones sobre la literatura saharaui y sus artífices de siglos pasados. “Mi verdadero nombre es Mohamed Mustafa pero todos me conocen como Badi Mohamed Salem. Nací en 1936 en  اجناب Echnaba, pequeña población de nómadas cercana al pueblo de Guelta, en el límite de Tiris con la región norteña de Zemur.
Mi relación con ese coloso del verso que se nos ha ido, viene de mi infancia, ya que estuvo de militar con mi padre en el cuerpo de Tropas Nómadas durante el periodo colonial. Mi difunta madre, la poeta Jadiyetu Mint Omar, fue la mejor amiga de la que fuera su esposa en los años 60, Bagra Mint El Kenti Uld Mohamed El Jalil. De niño me familiaricé con sus versos, que mi madre memorizaba y recitaba en nuestra casa primero en Auserd, y posteriormente en sus últimos años en el exilio.
Una de las últimas veces que estuve en la jaima de Badi fue en 2017 junto a sus amigos los profesores Juan Carlos Gimeno y Juan Ignacio Robles, “Legna, habla el verso saharaui” y recopiladores y estudiosos de la obra de Badi y otros grandes poetas nacionales saharauis. Estábamos acompañados por la antropóloga Rocío Medina y la investigadora portuguesa Isabel Gomes. Badi nos recibió acompañado de sus hijas y nos agasajó a lo grande en su jaima como se hace a los amigos en la cultura saharaui. Anteriormente recuerdo que en 2011, tras invitarle a que hiciera con nosotros el viaje a Tiris cuando trabajábamos en la película “Legna, habla el verso saharaui”, tuvo que renunciar debido a sus problemas de visión. Al regreso del viaje estuvimos un día con él en su acogedora jaima en la daira Farsia para contarle nuestra experiencia, despedirle e invitarle a que en el próximo viaje a Tiris viniera. Nos dijo que le hubiera gustado acompañarnos en aquel viaje del que regresábamos pero en otras condiciones porque estaba en víspera de una operación de cataratas. Entonces nos habló de su inmenso amor por Tiris, pasaje que incluí en mi libro “Tiris, rutas literarias”: “Si existiera el paraíso el día del juicio final, éste estará entre los montes de Auserd, Leyuad, Leshuaf, Amat Larfaad y toda esta zona de Tiris”.
Era una confesión sublime de amor por esa región, novia de los poetas. “Parece, cuando se ama, que el mundo entero tiene rumor de primavera”, decía Juan Ramón Jiménez. “Junto a mi familia en aquellos años con nuestros ganados recorríamos el Sáhara del sur hacia el norte, hasta Uad Saguia y al sur hasta adentrarnos en Mauritania sobre todo su región de Taganet, siempre persiguiendo la lluvia y los pastos”. Taganet es la morada del clásico mauritano Mohamed Uld Adubba que no dejó ningún monte de su orografía que no hubiera cantado en su poesía y que inmortalizaron los clásicos del houl Aulad Abba, como Badi inmortalizó Tiris en sus poemas y lo cantaron Aulad Eida, Sadum y El Jalifa. Similitudes en amor por la tierra que tuvieron las dos colosales figuras de las letras hasanianas.
Me resulta difícil destacar la envergadura de un hombre del verso como él, sin pensar en Jorge Guillén, Walt Whitman, Miguel Hernández, García Lorca, Antonio Machado, Mahmud Derwich, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Mohamed Uld Adubba, Aulad Haddar o de figuras saharauis del siglo pasado como el vate anticolonial Edjil Uld Sidi Baba, quien fue su poeta mentor, según me comentó en una ocasión. “En toda nuestra historia y en las épocas que hemos vivido se han destacado tres poetas, Edjil Uld Sidi Baba, Beniug Uld Abdelahi y Uld Hueidi. Y sin olvidar a Lehbib Uld Sneiba”.
El ocaso de la vida de este inmortal en la memoria se ha consumido en este pensamiento del poeta mejicano Amado Nervo, cuando dijo; “Veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino”. Así era Badi, profundo en su verso, insumiso, notorio, sensible, complejo, solidario, subjetivo e indomable, comprometido con su gente e implicado con su causa hasta mancharse. Y un poeta como él fue duro de roer y dulce de amar y sufrir por lo suyo como dejó constatado en sus últimos versos, consejos y la despedida a su pueblo.    
La desaparición física de Badi le ha convertido ya en inmortal en la memoria saharaui y todo aquel que ha sabido y entendido la envergadura de su profundo verso. Porque, como dijo Lord Byron “Jamás mueren en vano los que mueren por una causa grande”. 

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