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ZRUG ULD LAROSI ULD YUMANI, Menorca y el Pueblo Saharaui


Diario La Realidad Saharaui/DLRS, 16 septiembre 2020. Foto: Archivo

"ZRUG Uld Larosi (1922-1997), Menorca y el Pueblo Saharaui"

Artículo de Ramón Orfila en Columna Semanal de la Cadena Ser publicado el pasado 09 de septiembre de 2020

Hace justo 30 años, a principios de septiembre 1990, un grupo de representantes de la República Saharaui Democrática, visitaban Menorca, invitados por el parlamento de las islas Baleares y, por el Consell Insular. Devolvían así, la vista que en 1987 realizaba un grupo de ciudadanos de las Islas Baleares, acompañados de un pequeño grupo de diputados y consejeros, a los campamentos que el pueblo saharaui mantiene cerca de Tinduf, al sur este de Argelia.

Era el principio de una relación de amistad entre los pueblos de Menorca y del Sahara Occidental, que se ha mantenido a lo largo de los últimos 30 años. Con periodos destacados de cooperación ciudadana y de apoyo institucional; que ha hecho que Menorca, llegase a ser, un referente entre los refugiados saharauis y que el problema del Sahara, fuese especialmente visible en el mundo de la cooperación y la solidaridad en Menorca.

Una relación que probablemente tuvo su punto más álgido, en las dos visitas oficiales a nuestra isla, del entonces presidente saharaui, Mohamed Abdelaziz en los años 1991 y 1998; y en las fiestas solidarias con motivo del recibimiento de las decenas de menores saharauis, dentro del programa de vacaciones en paz, que organizaba una asociación muy activa y dinámica, especialmente los años noventa y dos mil.

Todavía impresiona poder constatar cómo, algún de aquellos pequeños hijos del desierto que, acogidos de forma temporal, en los meses de verano de esos años- mayoritariamente por la ciudad de Ferrerías- retornaban en estos últimos años a Menorca, con el único objetivo de abrazar, emocionados, los que habían sido sus padres y hermanos de acogida por un verano y recordar así, unas semanas de convivencia, que se quedaron plasmadas en sus corazones. Los corazones de ambas partes; acogedores y acogidos.

Uno de aquellos que visitaban la isla, en aquel septiembre de 1990, en representación oficial, era un Chij. Un notable de gran prestigio, de nombre Zrug Uld Larosi Uld Yumani. Al que se atribuye, una frase memorable: “Yo, he escogido, luchar, vivir y morir con mi pueblo”, cuando el rey Hassan II de marruecos, le ofreció volver del exilio para ostentar un alto cargo en la zona del Sahara ocupado por marruecos. Y así fue. Murió en la añoranza de su propia tierra; de su mar, en la dureza de un largo exilio en el desierto de la Hamada, donde descansa y crece y en donde crece y puede vivir.

Zrug, que tuvo que someterse a una operación quirúrgica en Menorca, gracias a la solidaria colaboración del mundo de la sanidad de la isla, pasó unas semanas de convalecencia, durante las cuales hemos tenido la ocasión de tejer, una intensa relación de amistad, que duró hasta su muerte. Pero que continúa bien viva en la memoria de sus hijos y que hizo posible entre otras cosas, que una de sus nietas, llegase a vivir en nuestra casa 11 años; convirtiéndose en una verdadera hija que nos ha llenado de felicidad en el regalo más maravilloso de nuestra vida y que hace pocos días, nos ha hecho abuelos.

Zrug, nos entregó un día durante una visita en su jaima, su pasaporte español. Un pasaporte del que decía sentirse orgulloso, pero que, reconocía ante nuestra desoladora sorpresa, no le servía para nada; y que de hecho le obligaba a viajar con pasaporte argelino. País que había acogido a más de doscientos mil saharauis, que habían huido en 1975 del acoso del ejército marroquí que les persiguió y atacó con Napalm en su estampida en busca de refugio.

Todas las promesas que el gobierno de Franco había hecho a los saharauis, en un intento de convencerlos a renunciar a la independencia, hasta el punto de crear la ficticia 53 provincia española del Sahara, se revelaron en pura mentira; en un engaño a todo un pueblo.

Conservo aun, aquel pasaporte que identificaba a Zrug, como ciudadano de una España, que les siguió engañado, a él y a su pueblo hasta hoy en día, en lo que podíamos calificar como la historia de una traición permanente.

Y les siguió engañando, cuando el entonces príncipe de España Juan Carlos de Borbón, les había prometido protección ante la anunciada invasión marroquí en 1975, para entregarlos después; inmediatamente después a sus invasores, atados de pies y manos.

Como les engaño Felipe González cuando en 1977 se comprometió, a “acompañar al pueblo saharaui en su lucha por la autodeterminación” y les traicionó, tan pronto como llegó al poder.

Y les engañó, Rodríguez Zapatero, cuando afirmó que Moratinos, su ministro de exteriores, “solucionaría el problema del Sahara en seis meses”. Justo después, no tuvo ningún complejo, en rendir pleitesía al rey dictador de marruecos.

Y les han seguido engañando. Cuando desde el gobierno, afirman ahora que España ya no posee ningún compromiso con el Sahara, cuando conforme al derecho internacional y así lo reconoció en 2014 en una sentencia histórica, el juez de la audiencia nacional Grande Marlasca, España continúa siendo la administradora de Iure de un territorio pendiente de descolonización, según la define las naciones unidas.

Ninguna consecuencia ha tenido la sentencia en las políticas españolas en relación a marruecos, por su ilegal ocupación a la ex provincia española.

Y los han seguido engañando y traicionando, cuando se legisla de la manera, que en sentencia de hace pocas semanas, el Tribunal Supremo establece que, a efectos de conseguir la nacionalidad española, de ninguna de las maneras se podría considerar que haber nacido en el Sahara español, implicase disponer de nacionalidad.

Y los han traicionado, cuando en aplicación de una norma, que debería de avergonzarles, los funcionarios españoles que tramitan cualquier petición de un saharaui; hijo o nieto de los saharauis que aún conservan su pasaporte o DNI español, exigen un certificado de nacimiento, que solo podría llevar la certificación de las autoridades saharauis en los campamentos de refugiados, donde habían nacido. Inmediatamente reciben la respuesta, de que España no reconoce la autoridad que emite dicho documento. Un imposible. Condenándoles así a la terrible condición de apátridas.

Zrug, que se sentía orgulloso de su pasaporte se indignaría, de bien cierto, dadas las múltiples traiciones que aún hoy, vive su pueblo y concretamente sus descendientes por parte del gobierno de España, que prefiere mantener la cabeza bajo el ala, antes que enfrentar de modo valiente la historia de tanta traición y compensar, el pueblo de la que había sido la 53 provincia española del Sahara, apostando por defender sus derechos de manera activa en el concierto de las naciones y concretamente, en las naciones unidas.

 

 

 

 

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