Diario La Realidad Saharaui/DLRS,12/10/2020
ARTCULO DE OPINION
El 12 de octubre, fidelidad a la
Nación Saharaui
Alien Habib Kentaui, intelectual y diplomático saharaui
en cargado del Dpto. de África en la Dirección política saharaui
En estos momentos en que el Pueblo Saharaui celebra el 45 Aniversario del día de la Unidad Nacional, he querido que nos adentremos en las entrañas del tiempo, asimilar ciertas lecciones y sacar algunas conclusiones del pasado. En especial, las que reafirman la trascendencia del concepto de la unión para los pueblos y en particular para aquellos débiles y amenazados por la prepotencia de países que se arrogan el derecho a la agresión, y al pisoteo de sus vecinos.
Invariablemente, Las sociedades beduinas, una
vez superada la fase de la atomización, y la adquisición de la conciencia de
que la unión incrementa la fuerza de manera exponencial, superan el estadio de
“Alasabia” (lealtad extrema a la propia tribu y rechazo del otro). La
dispersión crónica, se transforma en cohesión y comienza el avance imparable
hacia estructuras superiores de organización y la gestación de los estados.
He aquí, Tres ejemplos ilustrativos en la
historia, del nacimiento y auge de pueblos nómadas, que, superando las
divisiones tribales, irrumpen como estados, e imperios: los árabes en la
península Arábiga, el pueblo mongol en los desiertos de Mongolia, y los (Almurabitun)
Almorávides en el desierto del Sahara occidental y Mauritania.
Los árabes antes del advenimiento del mensaje
unificador del islam, eran tribus errantes en el desierto de Arabia, vivían a
la sombra de los grandes imperios de Persia y Bizancio; una sociedad que se
auto-destruía por el filo de sus cimitarras y por sus mordaces poemas y
diatribas. Por su belicosidad y constantes riñas, adquirían destreza en la
guerra; arte refinado por la dureza del desierto y las frecuentes razias.
Fueron constantemente utilizados como mercenarios, pasto en las constantes
guerras entre estos imperios y condenados a vivir despreciados en la periferia.
La unión, y un mensaje claro, hizo toda la diferencia, revirtió la situación y
puso los dominios y tesoros de los imperios de Persia y Bizancio bajo los pies
y las espadas de las tribus árabes. Lo que se consideraba turba incivilizada,
se transforma como por ensalmo en uno de los imperios más refinados de la
historia de la humanidad.
Las hordas de Mongolia, otro paradigma en la
historia, en el que la división y las guerras tribales intestinas,
consustanciales a un modo de vida, conducen siempre al desamparo, la debilidad
y a la perpetua subyugación a dominios ajenos. Las tribus de Mongolia vivían en
la periferia del imperio chino. Eran consideradas despectivamente bárbaros por
la China imperial, y relegados a vivir en los inhóspitos desiertos y llanuras de
Mongolia. La gran muralla de China, fue precisamente construida para
mantenerlos apartados y controlados. Circunstancias propias de su dinámica
interna, las tribus de Mongolia llegaron a la misma conclusión a la que habían
llegado las tribus árabes de la península arábica cinco siglos antes: la unidad
hace la fuerza. Las hordas, se convirtieron en un pueblo unido y asombrosamente
crearon el imperio más vasto de la historia (desde china hasta la Europa del
este); circunvalaron la gran muralla, irrumpieron en china, la ocuparon, y
crearon una de las dinastías más poderosas de la historia de China - la
Dinastía Yuan (1279-1368).
El unificador de las hordas, Gengis Khan, solía
reunir a sus hijos, daba una flecha al más fornido y le ordenaba a que la
rompiese, éste lo hacía con toda facilidad; Seguidamente le entregaba un manojo
atado de flechas y una severa orden de que lo rompiera con sus manos. La
cohesión de las flechas impide la ruptura. Esa era la moraleja que quería
transmitir a sus hijos. Gengis Khan les decía: “Mientras las hordas de Mongolia
se mantenían unidas, siempre serán invencibles”.
los Almorávides (almurabitun), en el desierto
del Sahara Occidental y Mauritania entre los siglos XI y XII llegaron también a
la misma conclusión. Las tribus que componían a los Almorávides -Lamtuna, Gdala
y Masufa- superaron el constante caos, disputas, razias y contra razias por el
dominio de un pozo, un rebaño de dromedarios, o el control de la ruta de
caravanas. Solo entonces, súbitamente, crearon un imperio que se extendía de
Malí a la península ibérica. La misma fórmula y la misma conclusión: la unidad
hace la fuerza y acelera el avance social y el progreso. Se autodenominaron (Almurabitun)
Almorávides como repudio y rechazo a las denominaciones tribales que antaño
simbolizaban la división y la debilidad.
Las sociedades beduinas están condenadas a dar
saltos cualitativos en su desarrollo -de tribu a nación-, o la condena al
vasallaje por otras entidades más avanzadas. Con esta somera reseña, no se
pretende dar una lección de historia – sería pretencioso- ni enjuiciar los
actos de ninguna de estas civilizaciones, pero sí, llegar a una conclusión de
que toda esta experiencia humana en diferentes periodos históricos es
extrapolable a nuestra situación. ¡sin nuestra unión seguiremos dominados!
Tampoco se pretende emular la construcción de imperios- afición exclusiva de
Marruecos-, ni medirnos con nadie. Lo nuestro es sobrevivir en paz. Eso sí,
evitar a toda costa que conceptos trasnochados de construcción de imperios en
el tercer milenio se erijan sobre los escombros de nuestro país y los
cementerios de nuestro pueblo. Nuestras opciones son muy limitadas: vivir
libres como estado independiente en paz y en armonía con el resto de los países
del Magreb o relegados a guetos en los arrabales periféricos de los poblados
mineros de los países vecinos.
Estos ejemplos a los que he aludido, son
testimonios del nacimiento y auge de antiguas civilizaciones, que también,
tuvieron sus errores, decadencia y ocaso.
La misma dinámica de la historia continúa
moldeando el doloroso nacimiento de la nación saharaui. Basta indagar sobre
nuestra prolongada agonía, el retraso de nuestra liberación, y las razones
históricas que se conjugaron para frustrar este esfuerzo, para descubrir las
raíces entroncadas en los mismos principios.
Los resultados de la heroica resistencia a la
penetración colonial en la región desde comienzos del siglo XX, a 1934 y los
eventos de 1957-1958 cayeron en saco roto. Sus frutos, fueron cosechados por
extraños a consecuencia de nuestras divisiones internas, falta de estructura
política que dirige, organiza la lucha y negocie en el momento oportuno en
nombre del Pueblo Saharaui. En consecuencia, fuimos humillados en nuestro
propio país, desperdigados como ganado y nuestro territorio mutilado y ocupado.
Es fácil destejer los esfuerzos de generaciones, reducir a la nada lo logrado con
tantos sacrificios, “sangre, sudor y lágrimas”. El retorno a la “Alasabia” y la
pasión desbocada por el poder de la élite constituyeron siempre la vulnerabilidad.
Los Almorávides imperaron mientras mantenían su
unidad, guardaban distancias de las disputas entre sus tribus, e imponían
bridas a las desmesuradas ambiciones por el poder de sus adalides.
Precisamente, la pugna de sus líderes -Abubakar Ben Amer y Yusef Ben Tachifin-
por el poder dividio sus fuerzas y supuso el comienzo del fin de su
dominio.
En la historia de los árabes, “Alfitna alkubra o guerra fratricida” a consecuencia del martirio del Califa Azman Ibnu Affán y la sangrienta disputa por el poder entre Ali y Muawia para su sucesión; un simple percance sin consecuencias en los albores del islam para algunos; en realidad, una profunda herida que afectó para siempre el rumbo de la historia de la gran civilización Islámica. Afectó, la forma de gobernar, las corrientes de interpretación de la jurisprudencia Islámica y sus impactos reverberarán para siempre en las sociedades islámicas.
La
teoría cíclica de la historia de Ibn Jaldun tiene una profunda relevancia en la
tragedia saharaui, en la evolución y en el devenir de su pueblo. El espíritu y
significado de nuestra Unidad Nacional simbolizada por el 12 de octubre de
1975, pregona un renacer del pueblo del Sáhara Occidental de las cenizas de la
civilización almuravide.
La nueva caravana de la esperanza ha emprendido
su camino. Nadie tiene derecho a entorpecer su recorrido.
No es de extrañar que hoy, sea el objeto de una
feroz campaña viperina, banalización y demonización por los que pretenden
borrar al pueblo saharaui de la historia. ¡Aprendamos de nuestro pasado y de
las vicisitudes de otros pueblos!
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